Sobreviviendo en rojo: Carlos y la realidad del Trabajo Infantil en Honduras
Con sólo 12 años, Carlos vende semillas de marañón en los semáforos de Comayagüela para sostener a su familia. Esta es la cruda realidad de más de 1.5 millones de niños hondureños atrapados en el trabajo infantil, una situación que amenaza su educación y su futuro
Tegucigalpa, Honduras. – En las convulsionadas calles de Comayagüela, Honduras, –producto del tráfico vehicular—, una escena cotidiana revela la cruda realidad del trabajo infantil que afecta a miles de niños en el país centroamericano. Carlos, un niño de apenas 12 años, se encuentra entre los muchos menores que, en lugar de estar en las aulas recibiendo sus clases, se ven obligados a buscar ingresos económicos para sus familias desde temprana edad.
Con su mirada alzada, vigila el cambio de luz de aquel viejo semáforo que detiene los vehículos. La luz cambió a rojo, la oportunidad que Carlos espera para aprovechar a vender semillas de marañón a los conductores y peatones en los preciosos segundos antes que la luz vuelva a verde.
–Cómpreme semillas, hay de 10, 50 y 100 lempiras la bolsa— se acerca al vehículo. Le pido una de L 100 y entre el intercambio le pregunto las razones que lo tienen a las 8:20 de la mañana vendiendo en esa concurrida avenida.
El semáforo pronto cambiará, y para evitar dejar la conversación a medias, decido orillarme y dialogar un poco –sin quitarle mucho de su preciado tiempo—. En la conversación, Carlos, señala que realiza ese trabajo para poder ayudar a su madre y llevar alimento a su casa para él y sus dos hermanos de 8 y 4 años de edad.
Al ser de mañana, una hora en la que la niñez que está en el sistema de educación ya esta en sus centros educativos, le pregunto si va a la escuela. Con seguridad Carlos me responde –ya estoy en el colegio, pero estudio los fines de semana para poder ayudar a mi mami—.
El caso de Carlos no es único. Según estadísticas alarmantes, más de 1.5 millones de niños hondureños se encuentran involucrados en actividades laborales, una situación que pone en peligro su desarrollo físico, emocional y educativo.
El Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en la primera Encuesta Nacional sobre Trabajo Infantil, refiere que en Honduras 1,632,142 de niños y niñas trabajan y 472,983 en situación de trabajo infantil.
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NIÑEZ EN TRABAJOS DE PELIGRO
Con una determinación que contrasta con su corta edad, Carlos intenta ganarse la vida mientras malabarea con los riesgos inherentes a su situación. La encuesta sobre Trabajo Infantil, revela un porcentaje significativo de la niñez que se encuentra en actividades de alto riesgo, expuestos a condiciones peligrosas que amenazan su integridad y bienestar.
De acuerdo con la encuesta, la tasa de prevalencia de trabajo infantil en los niños y niñas de 5 a 17 años es del 21.8%, es decir, 22 de cada 100 niños realizaron, durante la semana de referencia, una tarea peligrosa, horario prolongado y/o horario nocturno. Entre ellos Carlos, que, además, es parte de los 343,860 que desarrollan actividades económicas.
De acuerdo con Allan Cruz, subdirector del Proyecto Futuros Brillantes de World Vision, la mayoría de la niñez en condición de trabajo infantil están desarrollando actividades de agricultura, comercio, manufactura y construcción. Es decir, el 66.2% de la niñez.
Respecto a la rama de actividad, se conoció que el mayor porcentaje es la agricultura, ganadería, silvicultura con 36.4%, seguida del comercio al por mayor y al por menor con 17.8%; el sector construcción con 6.2% y manufactura en el 5.8%.
Ante este panorama, Ricardo Coello, director de programas de Casa Alianza Honduras (CAH), señaló que es preocupante. Destacó que la niñez en actividades agrícolas está expuesta a graves peligros por la manipulación de sustancias toxicas que pueden poner en precariedad su salud física e incluso causar la muerte.
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RECONSTRUCCIÓN DEL TEJIDO SOCIAL
El trabajo infantil, aunque ilegal en muchas formas según las leyes hondureñas, sigue siendo una realidad persistente impulsada por la pobreza extrema y la falta de oportunidades económicas para las familias más vulnerables. En lugar de disfrutar de su niñez y recibir una educación adecuada, muchos niños como Carlos se ven obligados a asumir responsabilidades que les roban la oportunidad de un futuro mejor.
Aunque el indicador de pobreza del INE sugiere una reducción de la pobreza y de la pobreza extrema, la realidad para miles de familias no cambió. Según el INE en 2021 la pobreza fue de 73.6% y en el 2023 se situó en 64.1%. Mientras que la pobreza extrema en los hogares a nivel nacional, pasó de 53.7% en el 2021 a un 41.5% en el 2023. Pese a esta reducción, los indicies siguen siendo altos.
Para Ricardo Coello, director de programas Casa Alianza Honduras (CAH), la realidad de la niñez hondureña en situación de trabajo infantil debe llamar a la reflexión a la ciudadanía hondureña sobre qué se está construyendo para la niñez. Coello recordó que “todos –como sociedad— somos responsables de brindar protección de poder asegurar que los niños y niñas vivan en un entorno seguro”.
En ese sentido, instó a toda la ciudadanía y a la institucionalidad del Estado a realizar una labor de reconstrucción del tejido social, para crear una red protectora de la niñez. Del mismo modo, requirió al gobierno a tomar las acciones y la reactivación de políticas públicas que vengan a fortalecer la prevención y el goce de los derechos fundamentales de la niñez.
Las organizaciones de civil y los defensores de los derechos humanos han instado reiteradamente al gobierno hondureño a tomar medidas más firmes para combatir esta problemática social. Sin embargo, los avances han sido lentos y la situación continúa siendo desafiante para quienes luchan por erradicar el trabajo infantil en todas sus formas.
Mientras tanto, la vida de Carlos y otros niños como él, sigue marcada por la necesidad urgente de sobrevivir en un entorno hostil para la infancia. Sus rostros –vendiendo semillas en los semáforos de Comayagüela o realizando alguna otra actividad— son un recordatorio de la urgencia de abordar este problema estructural que limita el potencial de toda una generación de hondureños.