El abuso del poder policial y la renuncia a los privilegios
Este 2 de mayo de 2024 fui detenida arbitrariamente por la Policía Nacional a las 8:45 pm aproximadamente y fui liberada al rededor de las 11 de la noche, junto a una joven que ya estaba detenida al momento de ser ingresada yo a la celda y quien, igual a mi, había reaccionado frente al abuso verbal y físico de la policía, acto que ellos califican de “desobediencia”.
Los hechos: Regresaba en bus del Concierto organizado por Radio Progreso y el ERIC en la ciudad de El Progreso, junto a los Guaraguao y Mario de Mezapa en el marco de la celebración de 70 años de la huelga del 54, uno de mis hijos fue por mi a la estación de buses y pasamos comprando algo que comer y tomar. Esperábamos en el corredor del establecimiento que nos entregaran la comida cuando llegó un Policía y violentamente nos dijo que ahí no se podía consumir alcohol, a lo que respondí que no estábamos haciéndolo y que solo esperábamos que nos entregaran la comida que encargamos.
Le dije “buenas noches señor” y me dijo que yo le estaba faltando el respeto y que si él quería me podía detener por eso, que me entregaran o no la comida, solo tenía 2 minutos para abandonar el lugar, mi hijo se levantó porque coincidió con que estaban entregándola y entonces el policía comenzó a contar “minuto y medio, cuarenta segundos” y así regresivamente, tomamos las bolsas y nos dirigimos al carro, yo detrás de mi cabeza le hice una seña con mis dedos, a lo que reaccionó con un grito, “deténgase, van detenidos”, dijo que se llevaría a mi hijo y yo le dije que con él no se metiera, que si tenía algún problema conmigo, conmigo lo resolviera, entonces me jaló del brazo y dijo, “encháchenla”, les dije que no, que me subiría yo sola a la paila de la patrulla, mientras ellos me jaloneaban para hacerlo. Me llevaron a la 6ta estación de Comayaguela, sin leerme cargos, y sin permitirme hacer la llamada que se tiene por derecho.
Me tomaron huellas, fotos, me preguntaron datos generales, y una policía mujer me registró y posteriormente me leyó los cargos, y dijo que era “por desobediencia a la autoridad” bajo el artículo 101. Me ingresaron a una celda sin luz, con unos grandes charcos de orines y en el que había una joven detenida sentada en el suelo en la esquina de la celda.
La Solidaridad: Mi hijo pudo avisar de los hechos a las compañeras de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras y varixs de mis familiares que trabajan con diferentes instituciones del Estado.
Llegó a la Estación la Abogada Rhiana Ferrera, las compañeras de la Red lanzaron alerta y estuvieron en la posta, acuerparon familiares, amistades y comenzaron a interpelar por mi libertad, no había pasado ni hora de mi detención cuando ya había llamado alguien con suficiente poder para darle la orden al Oficial Portillo, Jefe de la Sexta Estación y quien cometió todos los actos de abuso arriba descritos, que me dejara en libertad.
La joven que estaba en la celda conmigo había sido detenida aproximadamente una hora antes, en su casa de habitación por reaccionar y responder frente a la forma abusiva con la que habían llegado a detener a un familiar de ella acusado de violencia doméstica.
Como éramos dos detenidas sin haber cometido ningún delito sino haciendo uso de nuestro derecho a responder frente al abuso verbal y físico de la Policía, exigí ser liberadas ambas o cumplir juntas las 24 horas de detención que no es sino la ilegal medida de extensión del estado de excepción, lo que les permite hacerlo.
Yo soy una persona pública, una mujer en resistencia hace muchos años, fui parte de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos, tengo familiares con acceso al poder, soy una cantautora y comunicadora popular con reconocimiento público, pero esa joven de barrio, madre de 3 hijxs, no tenía ni un solo contacto, y nosotras las feministas hemos aprendido a ser solidarias entre quienes compartimos opresiones de clase, de raza y de género, y ni ella ni yo habíamos cometido ningún delito, nuestra condición de detención era la misma, enfrentar al poder abusivo con la palabra, con argumentos, con exigencia de respeto.
No puede ser de otra forma, la población tenemos que ponerle un alto a sus abusos, ellos no son autoridad, son funcionarios públicos y deben actuar como tales, con respeto a la gente.
Logramos la libertad de ambas, se firmaron los documentos de responsabilidad que correspondían a quienes diligentemente gestionaron que así fuera.
Al salir ahí estaban las y los compas, las de la Red, las amigas y amigos con quienes hemos caminado, la gente a la que amamos y nos demuestra amor.
Toca movilizarnos, denunciar, no callar, toca ponerle fin al abuso, exigirle al gobierno de la Presidenta Xiomara Castro que no siga otorgándole poder a esa policía asesina, la que mató en sus celdas en la posta de La Esperanza a Keyla Martínez, la que criminaliza a la juventud empobrecida que habita en los barrios, en las comunidades, donde vivimos la gente que transita trabajando, que les parece menos porque no anda de traje, porque no anda con peinado de salón ni zapatos de charol, pero que somos la gente que trabajamos y sudamos la tortilla.
Las armas solo sirven para matar, los policías abusan del poder que les otorgan sus uniformes, sus placas, sus pistolas y su equivocada idea de ser “autoridad”.
Luchar contra la injusticia no es de valientes, sino un simple acto de consecuencia. Invito a quienes creen en un mundo mas justo a sumarnos con la palabra y el cuerpo a la lucha contra el militarismo y militarización de nuestros territorios, porque estos caminos de la prepotencia armada son los que luego justifican los genocidios como el que ahora presenciamos del Estado de Israel al pueblo Palestino o la injusta persecución de jóvenes empobrecidxs con el estado de excepción impuesto por las dictaduras bajo las que sobreviven nuestros hermanos pueblos de El Salvador y Nicaragua.
Xiomara Castro está retada por ella misma, en su campaña dijo que los soldados volvían a sus cuarteles y escandalosamente no solo siguen siendo los mismos miembros de la Policía Militar formada por el narcotraficante Juan Orlando Hernández, sino que tienen los mismos poderes y peor aún, bajo decreto, quedan impunes sus abusos.
Cuando una tiene un privilegio, lo que tiene es una enorme responsabilidad, hago uso de ella y escribo para invitarles a reflexionar a Ustedes como población, y a quienes tienen cargos y responsabilidades en la administración de lo público, les exigimos congruencia, guarden su doble discurso y a la Señora Presidenta, le exigimos que cese su política militarista, si lo hiciera, le aseguro tiene un pueblo que le respalda, le acompaña, sino tendrá un pueblo que como antes, sabe colocar la balanza en otros tantos, desde las calles y finalmente, lo que a los partidos políticos, seguramente si le importa, desde las urnas.
Reitero mis palabras y las consignas que gritamos “La Policía Mata”, “No a la Militarización”, “No son autoridad, son funcionarios públicos, por lo tanto respeten y funcionen”.