Editorial: «Cualquier cosita»

Nuestra Palabra, Editorial Radio Progreso

Con las muertes de estos dos abogados, el gobierno de los Estados Unidos y la comunidad internacional tiene en la mira a nuestro país. Cualquier cosita que sucede le caen al país”. Estas son expresiones textuales de un comentario de uno de los presentadores de noticias de una emisora capitalina de cobertura nacional. La lógica de “cualquier cosita” de este presentador de noticias es la misma que hay detrás de las expresiones “dar vuelta a la página” o “retorno a la normalidad” muy propias del discurso oficial que ha sostenido la actual administración pública desde hace dos años y nueve meses.

Esta lógica de “cualquier cosita” del presentador de noticias da continuidad a lo que sostuvo esa misma emisora en la mañanita del domingo 28 de junio de 2009 tras el golpe de Estado cuando dijo: “aquí estamos en el país donde no pasa nada”. Y es la misma lógica que hay detrás de lo que se dice tras un asesinato: “Él mismo o ella misma se lo buscó, en algo andaba”. “Cualquier cosita” le llama el discurso oficial al asesinato de un abogado que defendió a los campesinos del Aguán amparado en el marco jurídico del Estado de Derecho. Por “cualquier cosita” se le llama al asesinato de un fiscal de derechos humanos por cumplir con su función de defender con honradez y ética a la sociedad hondureña. “Cualquier cosita” es lo que ocurre en el Aguán y lo que ocurre a los periodistas hondureños.

La actual administración pública se ha esforzado por restar importancia a lo que en efecto ocurre en el país, a fin de cuentas es parte de la estructura política que es tanto cómplice de los criminales como constructora y confabuladora de la impunidad. Para tapar el ojo al macho y para responder a las presiones internacionales, el gobierno creó un ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Desde su constitución, este ministerio se ha dedicado a limpiar el rostro de complicidad de la administración pública. Hace esfuerzos por elaborar informes que hagan aparecer al gobierno como respetuoso de los derechos humanos, que investigar los crímenes y que la depuración de las instituciones salpicadas con la criminalidad va por buen camino. Sin embargo, al callar ante los crímenes y no impulsar o demandar procesos de investigación, la Ministra de Derechos Humanos ha pasado a ocupar el lugar que en el momento más aciago del golpe de Estado ocupó el Comisionado de Derechos Humanos: cómplice estricta de la impunidad y protectora de criminales.

Tanto el uno como la otra debían estar en el mismo edificio y compartir la misma oficina, porque los dos se han agemelado en la complicidad con los impunes. El rostro de la Ministra de Derechos Humanos se encuentra salpicado de sangre derramada. Ella es la nueva “bala de goma” del Estado hondureño, y los asesinatos de campesinos, abogados, periodistas y defensores de derechos humanos no pasan de ser “cualquier cosita” porque para ella, con el gobierno de Lobo Sosa se ha dado vuelta a la página, y por lo tanto aquí en Honduras “no pasa nada”.

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Editorial – ¿Y los derechos de los trabajadores, quien los llora?